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Crónica visual de las Fiestas del Pilar

Las fiestas del Pilar son, para muchos aragoneses, el mejor momento del año. Para mí, son también una de las coberturas más intensas y exigentes que puede tener un fotoperiodista en Zaragoza.


Desde el primer día, con el pregón de las fiestas, supe que iba a ser una semana larga. Era la primera vez que lo cubría desde dentro y en primera fila, desde ese pequeño balcón donde apenas cabemos los fotógrafos y donde, entre empujones, flashes y los "perdona", "¿Te molesto aquí?" o "¿no podemos echar para atrás por favor?", tienes que hacer malabares para no caerte ni perderte el momento clave. Aun así, mirar desde ahí una plaza del Pilar completamente llena hasta donde alcanza la vista es una de esas imágenes que se quedan grabadas.


Después vienen los conciertos durante toda la semana. Tuve la suerte de fotografiar a algunos de mis artistas favoritos como Cruz Cafuné o Leiva, pero también pude retratar a Mora, Walls, De La Rose, OBK, Naiara, El Padre Guilherme… Cada uno con su ambiente, su energía y su público. Son coberturas muy diferentes a las del día a día: más creativas, más libres, donde puedes buscar encuadres distintos o dejarte llevar por la luz y la música.


Entre medias, tocan coberturas menos agradecidas. El partido del Real Zaragoza, por ejemplo, fue una de esas jornadas que se sienten más pesadas: un equipo que no encuentra su rumbo, un entrenador que terminaría siendo destituido días después, y la frustración visible en cada jugador. Y también, la corrida de toros. Esa, personalmente, es la cobertura que más me cuesta. No solo porque me resulte desagradable ver morir a los animales, sino por el ambiente que se genera: la mezcla de euforia y sangre, los aplausos tras cada estocada, la sensación de estar retratando algo que preferirías no ver.


Aquel día por desgracia para mi (y para aquel toro), el novillero Cristiano Torres salió por la puerta grande. Un minuto eterno caminando marcha atrás entre una masa de gente que empuja desde todos lados, policías intentando abrir paso, manos que te golpean sin querer mientras disparas como puedes. Es una experiencia agotadora, física y mentalmente. Y, aun así, procuras hacerlo con el mismo rigor que cualquier otra cobertura.


También hubo actividades callejeras. El Río y Juego para los más pequeños, en el recinto de la Expo; los cabezudos y gigantes que volvieron a recorrer barrios, y como no puede ser de otra manera en pilares, las jotas llevaron la música a las calles.

De vez en cuando, estos Pilares parecieron acordarse de los barrios y decidieron salir un poco de la Plaza del Pilar.


Pero si hay un día que resume el espíritu del Pilar, ese es la Ofrenda de flores. Este año, al no ser uno de los principales encargados, pude recorrerla con más calma. Me centré en el ambiente, en los gestos y miradas, en las personas que esperan horas solo para entregar un ramo. Decidí no fotografiar tanto a la Virgen en sí, sino todo lo que ocurre alrededor: porque al final, la emoción está en la gente.

Un día que concluye al siguiente, con los fuegos artificiales como punto final a una semana que celebra la historia, tradición y cultura de la ciudad.


Han sido dos semanas de trabajo intenso, de jornadas que han llegado a las 12 o 15 horas seguidas, de dormir un par de horas, de correr de un punto a otro con el equipo al hombro y de intentar sacar tiempo de donde no lo hay para tratar de vivir tu tambien tus propios pilares. A veces es agotador, pero también reconfortante. Cuando todo acaba y ves el trabajo publicado, sientes que ha merecido la pena.


Cubrir las fiestas del Pilar es casi un ejercicio de resistencia. Son días en los que aprendes a anticiparte, a mirar más rápido, a decidir en segundos qué historia merece tu tiempo.

Este año he intentado no limitarme a documentar lo que ocurre, sino entenderlo. Buscar una narrativa detrás de cada foto, un porqué más allá del qué. Y creo que eso es lo que diferencia simplemente “hacer fotos” de contar historias. Porque en el fondo, el reto está en seguir encontrando algo nuevo en lo que ya conoces de memoria.


Un servidor, desde el balcón del Ayuntamiento minutos antes del pregón
Un servidor, desde el balcón del Ayuntamiento minutos antes del pregón

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